Los viejos vagones de madera de la línea A vinieron de Bélgica, cómo muchos otros antes que ellos, en busca de una segunda oportunidad. A la B llegaron de Japón y de España, todos con sueños de rodar. Han venido de China también y quién sabe de dónde más. Debajo de la piel de esta ciudad corren juntos hacia su corazón llevando y trayendo sangre cosmopolita. Buenos Aires es el subte, y es por eso que me enfurece cuando en navidad algún pariente de apellido italiano o español me explica entre vino y vino que tenemos que cerrar las fronteras.
martes, 7 de noviembre de 2023
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