lunes, 27 de octubre de 2008
Todas las mañanas son iguales
Sé que insultar al cielo es tan inutil como deshacer la cama de un hotel, pero esta noche voy a dormir mejor.
lunes, 13 de octubre de 2008
¿Como vas a ir vestida?
sLa muerte es una puta que sale con todos y no paga nunca. Eso sí, cuando salgas con ella ponete algo lindo, yo voy a ir de negro, que adelgaza.
Mal Karma
Mi amigo es estupido y suicida y esto es algo que heredó de su padre, quien en un intento (poco planeado) de autodestrucción se estrelló contra la pared equivocada.
lunes, 6 de octubre de 2008
Nunca una estrella...
Yo no quiero ser una estrella, quiero ser un planeta. Porque las estrellas se caen constantemente, brillan por su torpeza. No son mejores que un borracho que trastabilla y deja a su paso una estela de promesas incumplidas, una cuenta sin pagar, un vaso vacío. Y la gente, por alguna extraña razón, sigue malgastando sus deseos, los tira al aire y los hace flotar hacia una noche de miles de ojos que no ven. ¿Acaso no saben que no se puede confiar en un borracho?
A mí las tormentas, los desiertos y el frío, nunca el olvido.
domingo, 5 de octubre de 2008
Beirut
Pasé al lado de un tipo muy raro ayer. Tenía los pelos revueltos y vestía ropas furiosas. Miraba todo por poco tiempo, como si cada cosa fuera el sol y tuviera miedo de quemarse los ojos. No parecía, sin embargo, un tipo temeroso al fuego, o quizás el hecho de que llevara una caja de fosforos en la mano izquierda me dió una impresión equivocada, quizás solo la llevaba como protección, como amuleto (veo gente temerosa de dios llevando crucifijos al cuello constantemente).
Si bien parecía no interesarse en ser visto, se me ocurre que en algun lugar, muy dentro suyo, deseaba todo lo contrario. Cada uno elige el arma con la que va a combatir al olvido, algunos escriben, algunos hacen música, otros pintan. Este tipo no llevaba una lapicera, ni una guitarra. Mucho menos un pincel. Llevaba una caja de fosforos en la mano izquierda, y un bate de beisbol en la mano derecha. Y lo dejaba caer, y lo agarraba, y lo volvía a levantar, lo volvía a dejar caer. Tenía un gran dominio del bate este tipo.
Pasó por al lado mio, no me vió, siguió camino. Me di vuelta para verlo con esa curiosidad morbosa que reúne a la gente alrededor de un accidente de transito, pero no vi más que una sombra que se iba perdiendo entre las luces de los locales y la gente. Una sombra que llevaba en sus manos una caja de fosforos y un bate.
Lo único que me vino a la mente en ese momento: "Esto no puede terminar bien".
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